Autor Lic. Martín Marcelo Sgattoni
Harto de reptar por los bordes de la literatura fantástica, el cyberpunk, este género nacido (y casi aniquilado) allá por los 80, ha realizado su más exitoso desembarco en la pantalla grande de la mano de la trilogía de los hermanos Wachowski.
William Gibson publicó allá por 1984 la que es hoy considerada la obra cumbre del género: Neuromante. Una novela inspirada en los policiales negros, el relato Noir y la fusión de la cultura punk/rock con la tecnología.
El cyberpunk es un juego narrativo que explora los límites de todo: la realidad, el cuerpo, el conocimiento. El cruce de barreras y el rol de lo invasivo lo definen. Piense si no en las ‘entradas’ y ‘salidas’ del sistema de los protagonistas de Matrix, su lucha por definir que es real y que no, las inyecciones de conocimiento en sus sistemas nerviosos en apenas segundos, los virus, las drogas.
En Neuromante el personaje principal femenino luce un par de gafas de lo más fashion, injertadas quirúrgicamente en su rostro. Una barrera entre el exterior y el interior. Dos vidrios espejados que terminan de cerrar nuestra protectora burbuja de piel. Ocultar los ojos es también negarnos a los demás, es la posibilidad de desviar nuestras miraditas traviesas sin que nadie descubra lo que estamos espiando. En definitiva, es no querer que los demás sepan que somos peligrosos.
Son héroes robados de los más antiguos mitos heroicos que se debaten entre realidad y ficción. Ambos ámbitos son peligrosos: lo que te mata adentro de la matriz, te mata afuera también. Ya no nos queda ningún lugar donde sentirnos seguros.
El tema es la conciencia, la percepción. Y si hablamos de percepción, estamos hablando de conocimiento. De eso se trata Matrix: ¿como funciona nuestra percepción en la era del conocimiento? La información es la protagonista del ciberespacio (vocablo inventado por Gibson en su novela). Lo que el cyberpunk cuestiona es la estructura de este conocimiento. ¿Podemos vivir en esta hegemonía de la información y aún así mantenernos individuales? Explora la sobrevivencia de los actos de uno, por sobre la universalización de la cultura.
La realidad mundana, cotidiana y repetitiva de Matrix es manipulable, lo único necesario es tener conciencia de ello. Es curioso descubrir que en las raíces de un género caracterizado por la oscuridad y el pesimismo, hay una chispa de esperanza. Una revalorización del héroe individual capaz de generar cambios, enfrentar al sistema y revalorizar la posibilidades creativas de cierta anarquía ficcional.
Rindiendo tributo a la psicodélica Alicia en el País de las Maravillas (¿acaso la primera novela cyberpunk?), Neo comienza su travesía ‘persiguiendo al conejito’. Alicia come un misterioso pastel antes de atravesar el espejo, Neo toma una píldora. La química funciona como creadora de conciencia, corre el velo. Parece que para ver la realidad no basta con la mera intención de hacerlo. Hace falta un estímulo externo. ¡Qué curioso! Yo creía que era al revés. Es cierto que hay sustancias que pueden estimularnos, pero no creo que nos aclaren la realidad. Nos alejan de ella, y en todo caso, la hacen más llevadera.
Para el cyberpunk la liberación química va en el sentido contrario, sirve para poner los pies en la tierra, o mejor dicho, para descubrir que lo que creíamos real y confiable no lo es. Morfeo le ofrece la pastillita a Neo y le dice: ‘O te quedás en el país de las maravillas, o la tomás y averiguás que tan profundo es el agujero’. No importa que sustancia es, sino el efecto: la oportunidad de tomar conciencia, alterar nuestra percepción, ver las cosas desde otro lugar. ¿Cómo liberar a alguien que no sabe que es esclavo?
Cada nueva tecnología nos expande y nos limita de diferentes maneras. El avance de la inteligencia artificial, los desarrollos mecánicos / informáticos que se fusionan cada vez más con nuestro organismo, redefinen la naturaleza de nuestra humanidad. Se borran los límites: ¿quién soy?, ¿dónde comienzo?, ¿dónde termino?, ¿hasta dónde se?, ¿hasta dónde no? Bruce Mazlish lo llamó ‘La cuarta discontinuidad’ (luego de las producidas por Copernico, Darwin y Freud). Es el impacto que nos produce descubrir que hombres y máquinas somos cada vez más parecidos. Paradójicamente, nos produce pánico la artificialidad que nosotros mismos construimos. ¿Por qué será que el rol de creadores nos asusta tanto?
Lic. Martín Marcelo Sgattoni
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